lunes, 3 de diciembre de 2012

Películas

Debo haber tocado este tema muchas veces ya; sea por eso, o por el hecho de que es tarde y mañana hay que levantarse con el sol para estudiar, no quiero dedicarle mucho tiempo a escribir algo pulidito sobre el tema, pero dejarlo pasar otra vez no me va a dar closure. And I could use some closure now.

Simplemente decir, es increíble como el modo de filmar, la música, las miradas de los actores, las pausas del guión, los gestos de los personajes y cómo sopla el viento en las escenas nos puede llegar a afectar tanto. Siempre en el plano anímico, claro. Pero, isn't that all there is? No. Claro que no. Pero, verán, cuando se pasa la barrera de las diez de la noche, lo anímico lo que te marca el resto de la noche. Según el grado de drama con el que vengas, te puede cargar "quizá toda una vida" con sensaciones raras. Pero tranquilo, porque si algo es cierto, es que la realidad no falla, y siempre esta ahí para recibirte de golpe, fresca y radiante, la mañana siguiente. Quizá vuelva a rodearte incluso unas horas más tarde, frente a una taza de café. O con el noticiero, el noticiero no falla. O la radio, pero la local.

Hay muchos modos de llamar a la realidad cuando uno está embriagado por esas sensaciones semi-indescriptibles después de ver ciertas películas, o de leer ciertos libros (pero con los libros ocurre algo distinto, al menos en mi humilde opinión y percepción). Yo me pregunto: ¿por qué el repentino interés en volver a la realidad? ¿no viniste a buscar una escapadita hace un par de horas, cuando elegías la película? Si. O no. Depende. No sé. ¿A usted no le pasa? A mi me pasa.
¿Será miedo? No sé. Pero aprendí algo importante sobre mí hace algunos años y es que me gusta la realidad. Y sí, quizá me asuste la fantasía. Un poco. O un mucho.


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